EL JUEGO HA COMENZADO

El Pequeño Nicolás y su escudero, Javier Tudela

No podía empezar a escribir en esta edición sin hablar en primer lugar de Francisco Nicolás, sin duda el fichaje estrella que por ahora no ha decepcionado. En sólo tres días ha conseguido tener como fiel escudero a Javier, impactarnos con su look de estar por casa (una bata de geriátrico con zapatos de vestir), ganarse a buena parte de sus compañeros y señalar al que empieza a considerar su principal primer enemigo: Carlos Lozano. 

De él dice sentir malas vibraciones, pero lo cierto es que durante la primera fiesta, el de los hoyuelos no tuvo otra cosa que gastarle bromas sobre su acercamiento a Tudela, dando a entender que es homosexual. Y claro, Fran, rancio hasta la médula, se sintió mortalmente ofendido y confesó no darle una hostia porque estaban en directo e incluso llegó a llamarlo cocainómano mientras se desahogaba con otros compañeros. No hace falta decir que lo primero no es un insulto y que lo segundo es una acusación grave. Luego llegaron las convenientes disculpas de Carlos, pero nuestro 007, con licencia para espiar, ya lo tiene en su punto de mira y no piensa dar marcha atrás: Lozano es su primer contrincante a liquidar.  

Y es que el punto fuerte de Carlos “el Bocas” no va a ser precisamente el tacto, ni no perder los papeles cuando va con unas copas de más (me temo que sus cogorzas se convertirán en clásicos de esta edición). No sólo ofendió a Fran sino también a Lizfanny Emiliano, que metida en su telenovela particular, ha hecho un equipo insoportable con Sema con el que no para de decir chorradas y anda metida en todos los fregados, cuando no los propicia con su complejo de entrevistadora haciendo preguntas a unos y a otros, como a Laura Matamoros sobre su padre y al Míster sobre si ésta le gustaba, y si no coquetea y busca carpeta. Con Julius, Liz también ha tenido sus problemas. En realidad toda la culpa la tuvo Julián que le dio por leerles las normas de convivencia y dejarlos KO, consiguiendo que entrasen  en un sueño tan profundo que no se enterasen de nada. Así que Julius, que fue el único inmune al poder hipnótico de Julián, tuvo que avisar a unos y otros de lo que se podía o no hacer y, al llamarle la atención a Liz avisándola de que tenían que comer todos juntos, ella entró en brote y la lió, haciendo que finalmente el cocinero se enfadase y acabase harto de estar pendiente de todo.

Rosa y Carlos muy unidos

Rosa Benito, según ella, ahora budista como Tina Turner, que tiene claro que la primera norma para mantenerse en el candelero es no pasar desapercibida,  ha entrado con una estrategia que parece tener el nombre de Carlos Lozano. Después de haber prometido a sus compañeros de Sálvame que compartiría cama con Raquel Bollo,  nada más entrar cambió de opinión y decidió dormir al lado de Carlos. De esta forma, no habían pasado ni 24 horas de encierro cuando estando tumbados ambos en sus respetivas camas, ignorando al resto de sus compañeros, con ese tono de voz que la convierte en una pésima falsificación de la que fue su cuñada, le decía “hace mucho tiempo que no estaba en la cama con un hombre”, a lo que Carlos, también con un amplio recorrido por platós, le respondía “pues tú te conservas muy bien”. Pero Rosa, que no quiere dejar pasar oportunidades y después de que Carlos le confesara  que tiene a “alguien” fuera, ha puesto en marcha su plan “busco desesperadamente a un Montalvo” y ha abierto su abanico de posibilidades incluyendo también a Julius, del que ha dicho que le parece muy guapo, y a un “supuesto amigo” de antes de entrar en la casa. Y es que a falta de pan, buenas son tortas, y Rosa tiene un máster en “sálvames”.

Momificando a una momia

Por su parte, Carmen, esa ex concejala de Ciudadanos (como si Albert no tuviese bastante ya con el resultado de las elecciones…), pedante e insoportable y con esos aires de “soy la más culta”, que pide al súper miel de manuka (no podíamos esperar menos de alguien que exigía a su partido que se le pagaran viajes de ida y vuelta a Chicago para asistir a los plenos…), nada más entrar, vio una escoba (sí habéis leído bien: una escoba) igual que la de su casa y comenzó a llorar, discutió e hizo las paces con Lozano no sin pedir un psicólogo para superar el trauma y ante la estupefacción del que fuera presentador de Operación Triunfo, y empezó a hacer todo tipo de comentarios para llevarse mal con sus compañeros. El más heavy, su acusación a Rappel y Carlos de intentar propasarse o al menos faltarle el respeto (todavía no hemos conseguido saber qué ocurrió exactamente) mientras la momificaban, debido a la prueba semanal. El caso es que Carmen, muy indignada,  se quejó que le habían tocado sus partes íntimas o habían hecho alguna broma de mal gusto relacionada con esto, amenazando al adivino con meterle tres puntos en las nominaciones y acusándolo de querer montar el numerito a su costa.  Una exageración  que terminó con Rappel llamándola loca y diciendo que era ella quien movía los dedos por…”ahí” haciendo bromas ordinarias mientras él la tapaba. Pobre Rappel, no sólo mejor momia que Tutankamón, sino siempre dispuesto a ayudar a los demás (ayer le hacía una limpieza espiritual a Laura con una rama que no tengo ni idea de dónde sacó) y a orientarlos en la vida con sus “sabios consejos” mientras les lee el futuro. A pesar de estar en contra de todo este tipo de caraduras, debo reconocer que Rappel parece que va a ser mucho mejor concursante de lo que imaginaba y sus charlas con Laura, han sacado a la luz no sólo las mentiras de él (o sus trucos) sino también las verdades de ella. Veo a Laura sincera pero equivocada. Si sigue por este camido hará víctima a Javier, mucho más calmado, y centrará su concurso en sus problemas familiares. Todo un error.

Así que tenemos a Carmen que se muere por ser la nueva Olvido Hormigos, como foco de conflictos, mientras Liz y Sema hacen el papel de Coman porque son los únicos que la escuchan. Carmen no sólo ha predispuesto que la casa se le eche encima, sino que está encantada y piensa utilizarlo en el concurso. Ella misma dice: “Me están haciendo bullying pero vamos que me la suda, no me voy a meter en una cama a llorar”. ¿A qué nos suena? Sin embargo Carmen obvia una "pequeña" diferencia: No es lo mismo ser víctima que hacerse la víctima.

Mayra Gh