EL IRRESISTIBLE ENCANTO DEL GANADOR

Aunque por cuestiones de trabajo y otros asuntos, no puedo escribir durante esta edición, que prácticamente he dejado de seguir, sí os leo muy de vez en cuando, es más, lo he convertido en casi un hábito y antes de dormir entro a ver que se cuece por aquí. Por eso sé que el blog está mejor que nunca y que Pk no solamente está haciéndolo genial, sino que todos vosotros la estáis acompañando e incluso escribiendo entradas, contribuyendo entre todos a que éste sea un sitio inmejorable para echar unas risas y seguir este programa con sentido del humor. Pero antes de ponerme más empalagosa y de convertirme en Naty Abascal con unas copas de más y deciros a todos que os quiero, voy a escribir una entrada sobre uno de los mejores concursantes que ha pasado por el universo GH, y no me refiero sólo al Vip. Carlos Lozano en la edición clásica hubiese sido uno de esos concursantes que mueven masas a favor y en contra y que contribuyen a que GH sea ese fenómeno social que tanto nos ha gustado y que tan de cerca hemos seguido. Y es que Carlos es muy heavy, muy de gran hermano y lo mejor que ha entrado en esa casa desde Pepe Flores. Un tío al que deben que esta edición Vip no haya caído en picado y no haya perjudicado aún más la imagen del programa.

No sólo cumple con muchos clásicos de los auténticos ganadores de GH, como tener a toda la casa en contra, sino que además supera con creces a muchos de los que ganaron este concurso. Cuando escucho o leo los comentarios que hacen sobre él sus propios compañeros me hierve la sangre, porque si hay dos cosas que no soporto en esta vida son la envidia y el no hacer méritos para ganar sino todo tipo de patrañas para que el contrincante pierda. Carlos no solamente es el único que tiene un currículum y una trayectoria profesional, sino que además tiene ese encanto natural que engancha y que a todos los demás les falta. Y es que esos hoyuelos y esa sonrisa seductora y descreída hacen de Carlos no sólo uno de los concursantes más atractivos, sino que además se ha convertido en la cara más amable de esta edición, proyectando una imagen de vividor despreocupado que ofrece su lado más desenfadado. No es perfecto, pero se acerca bastante a los cánones clásicos del hombre irresistible: seductor, irónico, ingenioso, antidivo y, a veces, algo fantasma. Por eso no doy crédito cuando escucho a esas dos rubias artificiales llamarlo desde viejo hasta “pellejoso” o acabado. Éstas se deben de haber matado las neuronas con una combinación mortífera de agua oxigenada, silicona y botox.

Carlos sabe combinar el encanto canalla con el educado sex-appeal, y no necesita lucir músculo para encandilar y seducir como el Míster o Tudela, ni un vocabulario adornado con las más “exquisitas” florituras que le hagan aparentar una cultura que no tiene, como Julián. A Carlos los años no le han quitado encanto y reconozco que con treinta y tantos jamás me fijaría en cualquier otro chico de esta edición, ni de casi ninguna, y posiblemente si no estuviera ya enamorada y fuera concursante, me pirraría por Carlos, y no sólo por ser un tío “tío”, o sea masculino “masculino” (qué ha sido de la virilidad dios mío?, ha desaparecido entre tanta depilación láser y anabolizantes), sino por tener personalidad y, sobre todo, una cabeza bien amueblada, y la versatilidad, astucia y desvergüenza suficientes como para ser consciente de la necesidad de conocer las propias limitaciones y de potenciar sus virtudes. Y por supuesto aprovecharse de ellas. Carlos no tiene por qué pretender aparentar ser lo que no es, le basta y le sobra con ser Carlos.

En mi opinión, borda su papel de encantador rompecorazones que, irónicamente, esconde un gran corazón, de ahí su falta de rencor y su pasotismo ante situaciones que parecen sacar una maldad Hitleriana en otros, o mejor dicho, otras, que no soportan que todos los focos se dirijan hacia él. Y es que el  arte de captar la atención de la gente esconde muchos secretos indescifrables. Hay personalidades sumamente encantadoras que no tienen el mismo magnetismo que otras menos fascinantes. Tampoco creo que Carlos tenga una mente privilegiada o siempre sea un encanto, aunque por supuesto esto ayuda, sino sobre todo que posee una carga energética que cautiva por encima del resto de personalidades.

No importan las circunstancias, ni el momento, ni el lugar. Cuando entra en una habitación y nos lo enfocan en el directo, tiene la facilidad de que todas las miradas se posen,  sin remedio, en él. Carlos caen bien irreparablemente, en sólo unos segundos y da juego, porque despierta en nosotros emociones, muchas buenas y otras no tanto, pero que, si te dejas atrapar unos segundos, derrota tus defensas y apuesto lo que sea a que en una edición normal estaríamos “matándonos” los unos, a favor, a los otros, en contra, en el blog de Balzac. Carlos es una persona persuasiva que descoloca a sus enemigos y que de forma casi mágica hace que cada vez que intentan destruirlo, se autodestruyan ellos mismos. Dicen que la capacidad de persuasión llevó en gran medida a Barack Obama a la Casa Blanca, hizo de Gandhi un líder indiscutible, convirtió a Picasso en un amante infatigable,  levantó hasta los altares de la inmortalidad a Marilyn Monroe o a Greta Garbo, ha hecho de George Clooney un hombre adorado en todo el mundo, de Iñaki Gabilondo, un líder de opinión, de Antonio Banderas, un galán cautivador, y de JFK y su esposa, Jacqueline Kennedy, ideales. Y espero que de Carlos, un ganador. Nadie mejor que él para llevarse de calle esta edición y dejar a los matamoros compuestos y sin premio en la final. Un tío espontáneo, encantador, con sentido del humor y atractivo, que da vida a esa casa, mientras se divierte y disfruta, que se siente  tan a gusto dentro de su piel que no está pendiente de lo que hacen ni de lo que dicen los demás. Es decir, lo de Carlos va a ser inteligencia emocional, alguien que conoce perfectamente sus propias emociones y sabe gestionarlas del modo más eficaz, es decir, el auténtico buen concursante de Gran Hermano y el único merecedor del premio final.

Mayra GH